En ocasiones sentimos que perdemos el apetito ante una situación de angustia, tenemos dolores abdominales o retorcijones luego de una situación de stress. Pero ¿por qué sucede esto? ¿Nuestro sistema digestivo reacciona ante las emociones?
A lo largo de la historia la actividad del intestino ha tenido significados que van más allá de su actual función. Por lo general el buen funcionamiento intestinal se piensa que es necesario para el bienestar general.
A menudo asociamos al stress y la emoción con nuestro tubo digestivo. La raíz de esto radica en que tanto el cerebro como nuestro intestino y todo el tubo digestivo poseen neuronas las cuales comparten el mismo origen embriológico: la cresta neural. Dicha conexión cerebro-intestino explicaría por qué el stress y los factores psicológicos están estrechamente relacionados con la función intestinal y consecuentemente su disfunción, a través de síntomas gastrointestinales.
Lo que comúnmente llamamos “segundo cerebro” se trata del funcionamiento de nuestro sistema nervioso entérico. Este es una subdivisión del sistema nervioso autónomo que se encarga de controlar directamente el aparato digestivo y advierte sobre el hambre y la saciedad. El sistema nervioso entérico, se compone por una red de cien millones de neuronas distribuidas por los 10-12 metros (aproximadamente) que conforman nuestro tubo digestivo.
Estas neuronas se subdividen a su vez en dos plexos que se ubican en la submucosa (plexo submucoso) y entre la capa muscular circular y la longitudinal del intestino (plexo mientérico), siendo las responsables de la coordinación de las actividades de motilidad y secreción intestinal.
Tanto el cerebro como nuestro intestino y todo el tubo digestivo poseen neuronas las cuales comparten el mismo origen embriológico: la cresta neural. Dicha conexión cerebro-intestino explicaría por qué el stress y los factores psicológicos están estrechamente relacionados con la función intestinal y consecuentemente su disfunción, a través de síntomas gastrointestinales.
Esta conexión es un complejo e intricado sistema de circuitos integrados que comunican información emocional y de los centros cognitivos del cerebro a través de neurotransmisores para el funcionamiento periférico del tracto gastrointestinal y viceversa. De hecho, el tubo digestivo es el encargado de liberar el 90% de la serotonina que se produce en nuestro organismo. La misma es un neurotransmisor conocido como la “hormona de la felicidad o del bienestar”.
Por lo tanto, las emociones como el miedo, la ira, la ansiedad, estímulos dolorosos y el stress físico pueden retrasar el vaciado gástrico y tránsito intestinal.